Arbre
Laurent Martin
Gran vía
Con la colaboración del Institut français
Construimos viviendas, edificios, pueblos, ciudades…
Cada vez más hormigón, cada vez más aceras desnudas, sin ninguna plantación, salvo si se trata de una mala hierba que arrancamos o rociamos de herbicida, como si no tuviera su lugar en la acera.
Arañamos cada vez más territorios, valles y bosques para construir urbanizaciones o agrandar nuestras ciudades, llenas de comercios, de aparcamientos, de plazas donde ya nada crece a no ser que se trate de macetas para encerrar las raíces, dejando las baldosas tostándose al sol.
Estas ciudades que se construyen como metástasis o un cáncer. El Hombre se apodera de cada vez un espacio mayor para continuar vertiendo hormigón reduciendo los espacios naturales. Ni un lugar para plantar un árbol, ni una semilla.
Sin vergüenza, el Hombre continúa cogiendo el avión y trasladándose a espacios paradisíacos, lejos de las ciudades para encontrar la paz y la tranquilidad, la naturaleza y las puestas de sol.
Las redes sociales se llenan de imágenes con pies sobre las playas doradas donde las palmeras acarician la arena. De vuelta a nuestras aceras, recorremos las ciudades a toda velocidad para cumplir nuestras obligaciones, caminando con la cabeza baja, mirando nuestros pies ahogados en nuestros zapatos. No perdemos el tiempo para plantar lo que podría convertirse en un árbol, un bosque. Una naturaleza que abraza la ciudad.
Me pregunto, por no decir, me preocupo sobre las capacidades del Hombre para extirparse de la gravedad, renovarse, reciclarse, reinventarse en el mundo contemporáneo cuya naturaleza en peligro no puede ignorar más.
La propuesta de Laurent Martin empleará 150 tableros de madera Garnica en desuso.